¿¿Ratón Yo??
Existen diversas variedades de ratones, los hay domésticos, criados por personas consideradas locas o los que de pronto vemos correr de algún lado de nuestra cocina hacia atrás de la refrigeradora. Los silvestres, que son presas de animales mayores. Las variedades de color y forma varían de lila, paloma, canela, blancos, albinos, negros.
Los albinos son nuestros queridos ratones de laboratorio, los que son usados para nuestro “beneficio” y nunca dan muestra de tener en mente un motín; pero los ratones negros, que son especialmente agresivos, téngalo por seguro que jamás les inyectarán alguna vacuna recién descubierta.
Pero dentro de toda esta gran variedad de ratones, existe uno especialmente olvidado con el tiempo, por ser menos visto o tal vez porque se reúne poco, algo antisocial o tal vez porque ya está en extinción. Este es el ratón de biblioteca nombrado así por devorarse libro tras libro sin consideración por los demás.
Cuenta mi madre que cuando yo nací, escogió el nombre que me puso y luego de haberme bautizado, buscó en un diccionario de nombres el significado del mío y voila!, ahí estaba “ratón de biblioteca”. Ella tuvo que esperar siete años para saber si las predicciones eran ciertas, pero nunca adivinó que este ratón se iba a devorar más libros de los que podían comprar para alimentar mi hambre de letras.
Entonces a los siete años “La Tía Tula” me acompañaba a la cama por la noches, luego vino “Tom Sawyer” que junto a “Huckleberry Finn” corríamos por las orillas del Mississippi, “La Cabaña del Tío Tom” no estaba muy lejos y “Platero y yo” éramos inseparables. Nunca quise ser Dulcinea pero “Don Quijote” no se olvidó de mí al llamar a Sancho Panza para su gran aventura y cada tarde cabalgaba en Minguito con Zezé o tomábamos un helado con Portuga.
Y así este ratón de biblioteca iba creciendo y devorando, las alas de “Juan Salvador Gaviota” no alcanzaron para volar con él más allá de las nubes, envidiaba a la hermosa de Julieta por el amor incondicional de Romeo. Durante 15 días viví en un desván secreto atrás de la oficina de un negocio en la calle Prinsengracht No. 263 en Ámsterdam junto con Ana Frank.
Al ir creciendo más y más, el pecado de la gula se apoderó de mí y con los patines puestos (por obligación de mi madre, quien tuvo la culpa de mi metamorfosis) recorría de esquina a esquina, sólo porque tenía que hacer algo de ejercicio también, pero claro nunca pusieron reglas, nunca dijeron que no podía llevar un libro en las manos mientras patinaba y cadenciosamente iba yo al compás del “Príncipe y el Mendigo”.
Pero como toda adolescente desea cambiar su nombre, empecé a escudriñar diccionario tras diccionario para saber de dónde había salido eso de ratón de biblioteca y de pronto me encontré que en ningún sitio decía aquello, no era un ratón, era la señora elegida, la princesa, el canto, el poema, el hechizo y el conjuro, todo eso decían de mi nombre; al principio me molesté mucho con mi creadora por ocultarme tal significado y por supuesto, por haber llevado mi destino hacia otro rumbo, entonces pensaba y pensaba, ¡no soy un ratón, soy una princesa, un poema, un hechizo!
El descubrimiento llegó tarde, yo era una obesa repleta de libros y más libros y no estaba dispuesta a hacer dieta alguna para cambiar.
Entonces, aunque princesa soy de este mundo maravilloso, decidí ocultar mi verdad y salir a la luz como el ratón que siempre me dijeron que era, lo malo de esto es que los ratones causan muchas veces repugnancia y siempre son víctimas de escobazos y gritos histéricos, pero la verdad es que no me importaría morir de un traumatismo general; total, las historias que me he tragado no me las quita nadie.
Los albinos son nuestros queridos ratones de laboratorio, los que son usados para nuestro “beneficio” y nunca dan muestra de tener en mente un motín; pero los ratones negros, que son especialmente agresivos, téngalo por seguro que jamás les inyectarán alguna vacuna recién descubierta.
Pero dentro de toda esta gran variedad de ratones, existe uno especialmente olvidado con el tiempo, por ser menos visto o tal vez porque se reúne poco, algo antisocial o tal vez porque ya está en extinción. Este es el ratón de biblioteca nombrado así por devorarse libro tras libro sin consideración por los demás.
Cuenta mi madre que cuando yo nací, escogió el nombre que me puso y luego de haberme bautizado, buscó en un diccionario de nombres el significado del mío y voila!, ahí estaba “ratón de biblioteca”. Ella tuvo que esperar siete años para saber si las predicciones eran ciertas, pero nunca adivinó que este ratón se iba a devorar más libros de los que podían comprar para alimentar mi hambre de letras.
Entonces a los siete años “La Tía Tula” me acompañaba a la cama por la noches, luego vino “Tom Sawyer” que junto a “Huckleberry Finn” corríamos por las orillas del Mississippi, “La Cabaña del Tío Tom” no estaba muy lejos y “Platero y yo” éramos inseparables. Nunca quise ser Dulcinea pero “Don Quijote” no se olvidó de mí al llamar a Sancho Panza para su gran aventura y cada tarde cabalgaba en Minguito con Zezé o tomábamos un helado con Portuga.
Y así este ratón de biblioteca iba creciendo y devorando, las alas de “Juan Salvador Gaviota” no alcanzaron para volar con él más allá de las nubes, envidiaba a la hermosa de Julieta por el amor incondicional de Romeo. Durante 15 días viví en un desván secreto atrás de la oficina de un negocio en la calle Prinsengracht No. 263 en Ámsterdam junto con Ana Frank.
Al ir creciendo más y más, el pecado de la gula se apoderó de mí y con los patines puestos (por obligación de mi madre, quien tuvo la culpa de mi metamorfosis) recorría de esquina a esquina, sólo porque tenía que hacer algo de ejercicio también, pero claro nunca pusieron reglas, nunca dijeron que no podía llevar un libro en las manos mientras patinaba y cadenciosamente iba yo al compás del “Príncipe y el Mendigo”.
Pero como toda adolescente desea cambiar su nombre, empecé a escudriñar diccionario tras diccionario para saber de dónde había salido eso de ratón de biblioteca y de pronto me encontré que en ningún sitio decía aquello, no era un ratón, era la señora elegida, la princesa, el canto, el poema, el hechizo y el conjuro, todo eso decían de mi nombre; al principio me molesté mucho con mi creadora por ocultarme tal significado y por supuesto, por haber llevado mi destino hacia otro rumbo, entonces pensaba y pensaba, ¡no soy un ratón, soy una princesa, un poema, un hechizo!
El descubrimiento llegó tarde, yo era una obesa repleta de libros y más libros y no estaba dispuesta a hacer dieta alguna para cambiar.
Entonces, aunque princesa soy de este mundo maravilloso, decidí ocultar mi verdad y salir a la luz como el ratón que siempre me dijeron que era, lo malo de esto es que los ratones causan muchas veces repugnancia y siempre son víctimas de escobazos y gritos histéricos, pero la verdad es que no me importaría morir de un traumatismo general; total, las historias que me he tragado no me las quita nadie.
MaryCarmen Ponce
Comments
No sabes lo ansiosos que están los niños con pocos recursos, por conocer nuevas historias, personajes y lugares. Lamentablemente no hay nadie o pocos, que los incentiven o les hablen de estos mundos maravillosos. Es así como perdemos la oportunidad nosotros mismos como sociedad y se terminan desperdiciando cerebros completos y esperanzas para el futuro...
MaryCarmen, te invito a que nos des algunos trucos para formar ratones de biblioteca en la Casa del árbol
Gracias! :)
Consuelo, otro orgulloso ratón de biblioteca :)