Grass y el Fundamentalismo

El jueves pasado, La República (Perú) publicó parte de una entrevista que Juan Cruz (El País, de España) hiciera al Premio Nobel Günter Grass. En esa entrevista Grass opina, opuestamente a la opinión de Vargas Llosa, entre otras cosas que "Se trata de una provocación consciente y planificada de un periódico danés de derecha" y que "la prensa forma parte de enormes grupos que monopolizan la opinión pública", lo cual recuerda lo que denunció Hildebrandt hace poco.

Aquí reproducimos la entrevista íntegra publicada por La República, ya que es probable que tengan problemas para accesar a ella.

El 30 de setiembre de 2005 el diario danés Jyllands Posten publicó 12 caricaturas que satirizaban a Mahoma. El escritor alemán Günter Grass acusa que la publicación de las caricaturas fue “una provocación consciente y planificada de un periódico danés de derecha”.

–¿Le sorprendió que la aparición de los dibujos desatara esta polémica?
–Sí y no. Todos sabemos que hay una ley, escrita y no escrita, en virtud de la cual no se puede representar en el mundo islámico ni a Alá ni a su profeta Mahoma. Se trata de una provocación consciente y planificada de un periódico danés de derecha. Convocaron a un concurso de caricaturistas; algunos se negaron a participar alegando que la representación gráfica de Mahoma es tabú. Consultaron a un especialista danés en islamismo y este les puso en guardia. Siguieron porque son radicales de la derecha y xenófobos.

–¿Y le sorprendieron las reacciones violentas?
–Vivimos en una época en la que una reacción violenta sigue a la otra. La primera ha sido una acción de Occidente, que ha invadido Irak. Hoy sabemos que esa invasión violó el derecho internacional; la guerra se alimentó con argumentos fundamentalistas por parte de Bush, que ha dicho que en esta contienda luchaban el bien y el mal. De lo que se trata es de una respuesta fundamentalista a una acción fundamentalista. Se trata de una controversia entre una no cultura contra una no cultura.

–¿Qué hacer? ¿Autocensurarse?
–Occidente lleva esta discusión con autocomplacencia sobre la base de que gozamos de libertad de prensa. Pero el que no se engaña sabe que los periódicos viven de los anuncios, y que para hacerlos se toman en consideración lo que mandan ciertos poderes económicos. La prensa forma parte de enormes grupos que monopolizan la opinión pública. Hemos perdido el derecho de escudarnos en el derecho de libertad de opinión: no ha pasado mucho tiempo desde que hubo el delito de lesa majestad, y no debemos olvidar que hay sitios donde aún no hay separación entre iglesia y Estado. ¿De dónde saca Occidente esa arrogancia para imponer lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer? Recomiendo a todo el mundo que eche un vistazo a los dibujos: recuerdan los de un famoso periódico alemán de los tiempos nazis, Der Strümer. Publicó caricaturas del mismo estilo...

–¿Es esta una expresión del choque de civilizaciones?
–Eso es lo que quieren los fundamentalistas de ambos lados. Deberíamos empezar a matizar. Hemos tenido la suerte de pasar el Renacimiento, el Siglo de las Luces, atravesando un proceso doloroso que nos ha dado una serie de libertades, que siguen estando amenazadas. El mundo islámico no ha pasado ese proceso, se encuentra en una etapa diferente de desarrollo. Y hay que respetarlo.

Tolerancia, buena consejera
-¿El futuro será igual de explosivo?
-Me temo que sí. Las heridas son muy profundas ya, y no me refiero solo a los países árabes, sino a los países pobres en general. Occidente no parece capaz de encontrar un camino para aceptar como socios en igualdad a esos países (...).

-¿Ha vivido alguna experiencia de intolerancia?
-Yo he vivido cierta intolerancia como autor de El tambor de hojalata. En Yemen, hace dos años, nos juntamos escritores occidentales y árabes para hablar de temas literarios, el erotismo entre ellos. Para los árabes era inusual, pero al fin se debatió. Se puede hablar de todo, incluso de temas muy conflictivos, siempre que uno aporte la tolerancia que espera el otro, a pesar de que el otro tenga una noción de la cultura dictada por sus propios tabúes.

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