Poesía Continua
Viajando a la derecha del sol acostado, olvidando la tierra arenosa y plomiza, avanzábamos frente a Gilboa y hermanos, que nos decía:
No volveré a cruzar este sendero. Ahora
apretaré la mano contra la corteza del árbol. Es posible
que antes de que llueva pase aquí otro distinto y apriete
también él la palma de su mano a la corteza
y sume sin saberlo un contacto de aire a otro contacto de aire.
Luego vendrá la lluvia. Y todos los contactos resbalarán con ella abajo
a la tierra del tronco del árbol y serán absorbidos
por tierra del tronco, irán a las raíces y subirán
por el tronco y por las ramas y llenarán las hojas de verdor
nuevo. Dónde estaré yo cuando la respiración verde y corta
de mis manos y del que vega después se mezclen en la continuidad
respirante de verde eterno.
Viajamos a la tierra verde y primera, nadamos en sus aguas calientes y frescas; volvimos cargando sobre nuestras cabezas
ya verdes una hoja verde, cogida de la vieja corteza, respirando verde por ojos y manos, hasta el momento pluvioso y continuo de resbalar por la corteza del árbol y ser respiración verde y eterna.
Saludos a Santa Marta, Colombia, desde el atardecer costeño de Ancash y el calor tropical de Moyobamba.
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