De la Oralidad a la Escritura
La literatura nacional es en el Perú, como la nacionalidad misma, de irrenunciable filiación española. Es una literatura escrita, pensada y sentida en español, aunque en los tonos, y aun en la sintaxis y prosodia del idioma, la influencia indígena sea en algunos casos más o menos palmaria e intensa. La civilización autóctona no llegó a la escritura y, por ende, no llegó propia y estrictamente a la literatura, o más bien, ésta se detuvo en la etapa de los aedas, de las leyendas y de las representaciones coreográfico-teatrales. La escritura y la gramática quechuas son en su origen obra española y los escritos quechuas pertenecen totalmente a literatos bilingües como El Lunarejo, hasta la aparición de Inocencio Mamani, el joven autor de Tucuípac Munashcan. La lengua castellana, más o menos americanizada, es el lenguaje literario y el instrumento intelectual de esta nacionalidad cuyo trabajo de definición aún no ha concluido.
La Nueva Generación
Desde la antigüedad: Hasta nuestros días ha existido y sigue existiendo el espíritu ancestral de cada pueblo o tribu de nuestra amazonía, como aquí se puede ver el espíritu del pueblo Shipibo está desapareciendo, llevándose su propio lenguaje y costumbres originales, para dar paso a la nueva mezcla de razas e influencia modernista, representada por el Código de Barras y esta nueva generación producto de la mixtura.¿Cuál será el rostro del Shipibo del mañana?Ayudemos a rescatar su cultura que el también nuestro patrimonio, intercambiemos ambas, respetándolos.
Aquí una muestra de la leyenda amazónica, una de tantas que han sido contadas de generación en generación hasta llegar hasta nuestros días. Yo por haber nacido en Iquitos, ciudad llena de mitos y leyendas, crecí escuchando a mis nanas venidas de los pueblos de la amazanía, como a ellas, sus padres las habían instruido y enseñado las cosas de la vida con mitos y leyendas ancestrales. Esas historias quedaron en mi mente y las recuerdo como cuentos de niñez que muchas veces me causaban miedo y otras veces hacían volar mi imaginación, pero todas se me quedaron impregnadas y ahora yo se las cuento a mi hija.
LA RUNAMULA
Cuando no hay luna y la noche sin estrellas provoca miedo al más valiente.
Cuando el ruego de los mecheros tiembla agitado por la brisa que estrella silbidos contra los techos de hojas de shebón, cuando los zancudos flojean buscando su diario alimento; cuando el sabio Urcututu llora tristezas ajenas y el Maquía murmura oraciones inventadas quien sabe si por Dios o el diablo, entonces una furtiva sombra cruza las calles, rozando levemente el suelo con sus pies descalzos. Busca la Iglesia cuya cruz blanquea en la oscuridad. Una puerta se abre y la sombra entra a la parroquia. Entonces, el Urcututu, cuyos ojos ven el destino, vuela hacia el Campanario y ora largamente.
De repente, otra sombra cruza la plazoleta, casi arrastrándose entre las pomarrosas, mientras se abre una ventana. Compadre por aquí, y la sombra recta como una serpiente por la pared de madera. Comadre ¿y dónde está él?, hablan bajito. Se fue a chapanear. Entonces el Urcututu, que todo lo ve, se posa en la pomarrosa más alta de la Plaza y llora su agorero canto. El miedo se apodera de los que duermen cuando se oye un relincho cerca de la Iglesia. Calla, le dice Joshé a la mujer que está desvistiéndose, el cura y la Pirica están saliendo. Salen a galope, hacia la trocha de la orilla del rió, una hermosa yegua negra, un blanco jinete. La Pirica, hermosa morena beata que todos los días reza, y el cura que la confiesa, un español colorado, van juntos en el pecado.
De pronto, otro galope alborota la Plazoleta. Es la Mañuca con su compadre Teocho. Dice: Joshé, recia yegua negra, jineteada por un bulto negro, que brinca locamente sobre los matorrales. Ven aquí y deja a las ronamulas en paz, dice la mujer, apretando sus labios rojos, carnosos, sensuales. Y mientras Joshé, completamente desnudo, entra al mosquitero, siente muy cerca la fragancia de las blancas y duras carnes de su comadre Teresa Poiquiñas. Sonríe excitado. Entonces el Urcututu, pájaro de la noche que todo lo sabe, posándose en el techo de esa casa, llora, larga, burlonamente.
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