El escritor que nos habita


Edgardo Rivera Martínez presentó "Danzante de la noche y de la muerte y otros relatos". La edición reúne once relatos ambientados en los andes o en una Lima de neblina.

Sus cuentos parecen pinturas hechas con palabras y los personajes que los habitan, seres que desde la muerte regresan al mundo material que dejaron u otros, que aún vivos, apagaron esa voz interior que los acercaba íntimamente a su alma.

A este universo nos aproxima "Danzante de la noche y de la muerte y otros relatos", reciente publicación que nos entrega Edgardo Rivera Martínez (Jauja 1933) con relatos en los que el enigma invita al lector a involucrarse con esas delicadas y sugerentes atmósferas que el autor diseña como una fina filigrama.

Esta es su quinta publicación y en esta última edición con once cuentos es justamente el que le da el título al libro, el preferido por el autor.

"El danzante principal, el narrador, es un español que estuvo en Ocopa, que se asimiló a la cultura andina e hizo suya la ancestral wankadanza. La muerte le da la concesión de volver alguna vez al mundo material para disfrutar de eso que para los danzantes es la fiesta, la alegría", cuenta a propósito de este relato Rivera Martínez.

Justamente, la ilustración que aparece en la carátula del libro remite a ese danzante de la noche y de la muerte.
"Estoy orgulloso de haber propuesto ese motivo que se ha impreso. Es un dibujo tomado de la cúpula de la iglesia de Pomata en el Altiplano y que parece un ángel danzante", detalla .

RELATOS
Rivera Martínez explica que se inició con el cuento cuando era un escolar, pero que fue recién años después que se comprometería profundamente con este género literario que domina con el arte de un orfebre.

Recuerda uno de los primeros relatos que escribió en la década del sesenta titulado "El unicornio" y cuenta luego que su novela "País de Jauja", escrita en dos años, fue un goce estético que lo redimió y liberó de penas que entonces estaba sintiendo.

Considera que sus cuentos son sobre todo poéticos. No de desenlace ni de suspenso, ni tampoco de misterio, pues su opción como escritor no es la de escribir relatos de caracter realista. Sin embargo, admira a Arguedas porque a la misma vez que realistas, sus historias tienen un toque humano y poético.

Creo que el cuento debe ser como un cristal que en el acto de lectura permita proyectar un haz de luz sobre él.
Lo que nos devuelve ese cristal son las iridiscencias y reflejos desde los diferentes ángulos que éste tiene a medida que se lee. En este sentido, es para mí un ejercicio verbal sobre el cual hay que volver y volver otra vez. En cada nueva publicación de Ángel de Ocongate, un cuento mío escrito hace veinte años, tengo algo que corregir buscando siempre la cadencia y la música del lenguaje".

Fuente: Diario El Comercio

Comments

Popular Posts