A falta de Ron bueno es Chocolate
El viernes pasado estuvimos en la clausura del Taller de Poesía de San Marcos, presentando la Generación del 2000?.
Mientras Hildebrando Pérez, director del taller junto con Marco Martos, estaba fumándose unos puros y tomándose unos cuba libres junto a Fidel en La Habana; Marco, MaryCarmen, yo y, un invitado, Fernando Cuya (en el orden de la foto) estuvimos contando a los talleristas, nuevos y vetustos, cómo se había concebido, gestado y parido la muestra del signo de interrogación.
Un placer sin palabras, por supuesto, fue estar nuevamente en el taller que reunió a Claroscuro; aunque la ausencia tropical de quien había coordinado nuestra presencia literal en el aula sanmarquina nos enviaba flashes inevitables a la mente: Marco, papel en mano, desparramado calapata en alguna extensión de arena del litoral cubano, disfrutando de la brisa delicada y caliente; MaryCarmen echada panza arriba en una hamaca durmiendo y durmiendo; yo con veinte cuba libres y otros tantos piscos poniéndole sabor a la víspera; y Fernando.... bueno, Fernando en Isla Negra releyendo las cartas de Neruda.
Con todo y sin embargo, fuimos pertinentes y academizados y disfrutamos compartiendo con los talleristas los poemas de nuestros "antologados", uno de los cuales, Miguel Canta, estuvo ahí y leyó él mismo su poema.
Marco, no obstante, no quiso quedarse sin el brindis, y escogió algo que Hilde no podría estar bebiendo en absoluto. Invitó a todos los presentes a brindar con Chocolate caliente y Panetón en el Decanato.
Mientras Hildebrando Pérez, director del taller junto con Marco Martos, estaba fumándose unos puros y tomándose unos cuba libres junto a Fidel en La Habana; Marco, MaryCarmen, yo y, un invitado, Fernando Cuya (en el orden de la foto) estuvimos contando a los talleristas, nuevos y vetustos, cómo se había concebido, gestado y parido la muestra del signo de interrogación.
Un placer sin palabras, por supuesto, fue estar nuevamente en el taller que reunió a Claroscuro; aunque la ausencia tropical de quien había coordinado nuestra presencia literal en el aula sanmarquina nos enviaba flashes inevitables a la mente: Marco, papel en mano, desparramado calapata en alguna extensión de arena del litoral cubano, disfrutando de la brisa delicada y caliente; MaryCarmen echada panza arriba en una hamaca durmiendo y durmiendo; yo con veinte cuba libres y otros tantos piscos poniéndole sabor a la víspera; y Fernando.... bueno, Fernando en Isla Negra releyendo las cartas de Neruda.
Con todo y sin embargo, fuimos pertinentes y academizados y disfrutamos compartiendo con los talleristas los poemas de nuestros "antologados", uno de los cuales, Miguel Canta, estuvo ahí y leyó él mismo su poema.
Marco, no obstante, no quiso quedarse sin el brindis, y escogió algo que Hilde no podría estar bebiendo en absoluto. Invitó a todos los presentes a brindar con Chocolate caliente y Panetón en el Decanato.
Ah, lo olvidaba. La anécdota de la noche fue que, cuando Fernando iba a continuar dando sus opiniones sobre el libro sin la presencia de Marco porque una de las secretarias lo había llamado para que inaugurara una muestra de arte en la galería de la facultad (parte de sus ineludibles funciones protocolares como Decano), a la secretaria se le ocurrió sugerirle que invitara a todos los talleristas, incluidos presentadores, a dicha inauguración. En reacción mecánica, Marco lo hizo y Fernando tuvo que presionar pausa hasta que regresaran tres cuartos de los talleristas que habían salido. Éstos, después del "break", sí llegaron a disfrutar de los poemas del libro y del mencionado chocolate.
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