Una más por ti
A una semana de enterarme de tu partida a un mar sin transatlánticos ni McDonalds de “ternera”, presentamos nuevamente este manojo de hojas temblorosas, cuyas alas recién crecen y recién mudan plumas; hojas garabateadas que decidiste apadrinar, quizá no tanto por el tamaño de sus alas ni seguramente por el criterio o gustos de los ornitólogos de turno; sino más bien por tu bondad ilimitada y tu inagotable tesón por regar la rosa y transformarla en un pan o una ipod y por enseñar el alfabeto a pajarracos ojerosos de lecturas.
Ha transcurrido una semana y aún me parece que voy a encontrarte descorchando mentes en el salón junto al baño o rodeado de sonrisas en el patio de letras o cuando contestes el teléfono para quedarnos conversando por decenas de minutos (darme clases magistrales mejor dicho).
Ya lo sé, querido Pablo, me estoy poniendo melodramático y estás a punto de decirme “¡Déjate de cojudeces!”. Lo siento admirado maestro (lo sé, también te jode esto), querido amigo y poeta, pero en estas horas de silencio, las cojudeces me llenan los bolsillos, me brotan por los ojos y me fluyen por las manos, e inmerso en ellas y ya casi ahogado, a las justas tengo boca para decirte: “Gracias, viejo lindo, caramba cómo te extrañamos.
Ha transcurrido una semana y aún me parece que voy a encontrarte descorchando mentes en el salón junto al baño o rodeado de sonrisas en el patio de letras o cuando contestes el teléfono para quedarnos conversando por decenas de minutos (darme clases magistrales mejor dicho).
Ya lo sé, querido Pablo, me estoy poniendo melodramático y estás a punto de decirme “¡Déjate de cojudeces!”. Lo siento admirado maestro (lo sé, también te jode esto), querido amigo y poeta, pero en estas horas de silencio, las cojudeces me llenan los bolsillos, me brotan por los ojos y me fluyen por las manos, e inmerso en ellas y ya casi ahogado, a las justas tengo boca para decirte: “Gracias, viejo lindo, caramba cómo te extrañamos.
Comments
d.