Watanabe Tira Piedras a la Crítica


Luego de apedrear el mercado lector español durante 8 meses, José Watanabe vino a Lima, traído por Peisa, a tirarle piedras a la crítica peruana. [...]

Sucede que La Piedra Alada no es un conjunto de experiencias poetizadas sino un testimonio de experiencias poéticas, de poesía palpitando en la naturaleza y que la aguda y calma sensibilidad de José ha percibido y recogido de manera impecable en versos fontanales.

Entre la realidad irreal que imaginamos los poetas y la realidad natural que existe con o sin nosotros, el poeta parece haber tomado una elección, paradójicamente contraria a su oficio: la realidad natural. Más aun, parece estar aconsejándonos continuamente que hagamos lo mismo, que no perdamos de vista la naturaleza, pues en ella vive la poesía, sin necesidad ni intromisión o confusión de nuestro engañoso lenguaje. Por ejemplo en el poema El Árbol:

Cómo te lo digo: para el lenguaje
subir y bajar son dos conceptos enfrentados
------------------- y nunca se funden.

Mejor ven a la carretera,
la mismidad del doble movimiento del árbol
sólo se resolverá limpiamente en nuestros ojos.

Esa lucha entre esos dos opuestos estuvo continuamente presente en Mallarmé, uno de los padres de la poesía escrita durante el siglo xx hasta ahora, con quien este poemario guarda mucha relación. Además de los continuos símbolos, especialmente la piedra, están las alas que le dan título al libro, y que el bardo francés transformó casi en sinónimo de poema o poesía pura: cuando las palabras se combinan del modo adecuado ideal, el poema se hace real, existe y vuela (Éventail, Autre Éventail, “Le Cigne”, Sainte, etc.). No obstante, mientras Mallarmé no sólo creía en ese vuelo sino que prefería infinitamente la realidad poética a la natural, (seguir leyendo)

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