Hell-o to Arms, Hemingway

Cuando le advertí que lo mataría si no abandonaba sus propósitos de fuga, el tipo me respondió: Tú no me matarás, porque tienes miedo de hacerlo y porque perteneces a una raza de bastardos degenerados. Y además, sería una violación de la Convención de Ginebra. Te equivocas, hermano, le dije. Y disparé tres veces, apuntando a su estómago. Cuando cayó, le disparé a la cabeza. El cerebro le salió por la boca o por la nariz, creo.

Ya enojado por lo que había ocasionado su bravuconada, volteé hacia el resto de krauts Waffen SS y les grité "¿quién quiere ser el siguiente!" Dos de ellos estaban orinándose los pantalones, mientras uno de ellos, echando fuego por los ojos, metió la mano derecha al bolsillo del pantalón y al sacarla vi algo brillar; le disparé, enceguecido, al pecho y a todos lados. El tipo cayó con una flor roja en el pecho, y con él cayeron varios de sus compañeros; otros se tiraron a tierra para evitar las balas. Me acerqué y con el pie abrí su mano. Lo que tenía en ella era una pluma de metal. Con el frío bombeándome en las sienes, revisé el bolsillo de su chaqueta, aún no sé bien por qué. El hombre con la flor enorme enfriándose en el pecho era un tal Grass, como el pasto que teñía de rojo. Günter era su nombre, creo.

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